08 marzo 2008

Los hipócritas titiriteros del viento.


Son los años (…) quienes al ilustrarnos nos corrompen y nos convierten en cínicos. Villalonga Llorenç.


Desde hace mucho tiempo he venido en reflexionar lo que para cada uno de nosotros pudiera significar ese valor tan deseado y nunca plenamente conseguido de la libertad.
Y debo confesar, muy a mi pesar, que los grandes esfuerzos realizados y la infinidad de textos consumidos, tratando de llegar a alguna conclusión, han sido en vano.
En lo más profundo de mi memoria, alcanzando pequeños recovecos que me sitúan en mi más tierna infancia, se encuentran episodios realizados por el ser humano, para alcanzar esa ansiada libertad, dignos de colocar al hombre muy cerca de Dios, o de ese ser o ente supremo con el que cada uno de nosotros nos sentimos identificados.
En ocasiones me ha parecido que podríamos ser capaces de conseguirlo, pese a luchar contra los enormes inconvenientes que el propio ser humano crea constantemente a sus semejantes. Pero no lo crean, es un espejismo provocado por el ansia de libertad. Somos esclavos de nuestras propias decisiones cuando creemos que tomamos estas en nombre de esa presunta libertad. Bien es cierto que la mayoría de estas decisiones, por lo general, suelen tener una relativa incidencia de orden menor o, cuanto menos, de reducidos efectos sobre nuestros semejantes.
Sin embargo, hay otras en que, repito, creyendo controlar “esa libertad”, paradójicamente nos convertimos en su prisionero, lo que nos obliga a comportarnos de una manera diametralmente opuesta a nuestras creencias y, de manera determinante, a nuestro más sólido deseo. Sólo nos condiciona algo que jamás debería hacerlo: unos intereses fanáticos muy alejados de los sentimientos más profundo, me atrevería a decir valores, que nos guían, o deberían guiarnos. Intereses no siempre sujetos a las reglas de un juego legal, que nos hace, o debería hacernos dudar de nuestra propia inteligencia y, por ende, condicionar el derecho a nuestra propia autoestima.
Lo que viene sucediendo en España en los últimos años no es fácil de explicar, ni siquiera desde la corrompida óptica de la desacreditada política. Para esos millones de aborregados ciudadanos que dan vida a una mayoría que, sin la mínima reflexión, se conforma con poder ir a votar tradicionalmente lo mismo de siempre, es fácilmente aplicable el principio antes expuesto de la presunta pero inexistente libertad. Es inútil, sus cerebros no dan más de si. Bastante tienen con poder digerir a diario los infames programas conocidos popularmente como “telebasura”. Son dignos de lástima, y poco más.
Sin embargo, existen otros ciudadanos, no tan ingenuos y aparentemente “más dignos”, enmarcados en determinados sectores o grupos de presión, como es el caso de los conocidos popularmente como “los titiriteros” que, utilizando de manera indecente su popularidad, intentan reconducir esos votos aborregados, unos, e indecisos, otros.
Todos podemos recordar con estupor como contra el anterior gobierno del pp todo valía: Irak, Prestige (chapapote) y lo que fuera necesario; en tanto que contra el psoe: Incendio con muertos, en Guadalajara, Carmelo en Barcelona, Chapapote en Andalucía, soldados muertos en Afganistán, ¡¡nada!!
Pero no es ese sucio ejercicio de los titiriteros el que más llama mi atención. Todos somos conscientes de lo que, siquiera, supone acercarse a las lindes de la política. Si eres mínimamente honrado, el olor putrefacto que de allí se desprende te obligará a alejarte rápidamente.
Es, lamentablemente, la falta de sentido común, en aplicación de otros intereses bastardos, que muestran determinadas personas a las que se les supone una sensibilidad creadora muy por encima de la media. Casos tan notables como los de Serrat, Víctor Manuel, Sabina, Ana Belén o Miguel Bosé, entre otros muchos, son un claro ejemplo.
De no ser así, y ya es lamentable, sólo cabe cuestionarse seriamente su capacidad de reflexión, su inteligencia. Es muy posible que, por tradición, como ejemplar perteneciente al mundo de la farándula, lo razonable es que el cómico de turno se vea “obligado” a postularse incondicionalmente a favor de lo que aún se conoce como izquierda. Pero yo entiendo que ello debe producirse siempre y cuando las ya de por si sucias reglas del juego político no traspasen su propio mundo. El apoyar a un candidato que, como todos los candidatos, sean del signo que sean, jura – siempre mintiendo - haber hecho más en el pasado y promete más y mejores cosas que su adversario en el futuro, es moneda de curso legal en esa podrida actividad, y sus aledaños.
Pero que un personaje, cualquiera de los citados anteriormente me sirve de ejemplo, presuntamente inteligente y sensible, capaz de crear obras que “llegan” con facilidad a lo más profundo del alma – Serrat y Víctor Manuel son dos claros ejemplos – sean capaces de alinearse junto y en defensa de un insostenible personaje como Rodríguez Zapatero, es muy difícil de entender.
El señor Zapatero no es que haya prometido hacer o deshacer mil y una cosas, que lo ha hecho, es que ha basado su legislatura en crear mil problemas, devolviendo a los españoles a lamentables épocas ya pasadas. Su preocupación no ha sido la de administrar, mejor o peor, aquello para lo que fue designado, aunque en su desarrollo interesado pudiera haber perjudicado seriamente a quienes considera, ignoro por qué, sus enemigos. Es que ha basado toda su labor en el engaño, la mentira y la confrontación, aderezada con fuertes dosis de insensatez.
Y pese a que todo ello pudiera tener sentido – en el universo político, se entiende – no logro salir de mi asombro al observar como reputados personajes de ese citado mundo de la farándula - de manera especial mi admirado Joan Manuel Serrat - han sido, y son, capaces de entenderse e identificarse con un personaje tan nítidamente limitado en lo intelectual, como en lo humano.
No puedo por menos que cuestionarme seriamente que, o los intereses en juego que guían a estos artistas además de bastardos son demasiado importantes, o la sensibilidad e inteligencia que se les suponía se les ha ido con los años.
De otra manera es imposible entender esa simbiosis entre ambas facciones: la más sucia manera de hacer “política” y la sensibilidad creadora, producto de una “presunta” capacidad de raciocinio.
El aspecto zafio, el verbo obtuso y el lenguaje torpe – pongamos por caso a José Blanco, conocido delfín de Rodríguez Zapatero, no logra casar con facilidad con las características que deberían personificar nuestros “admirados” creadores.
Sólo, desde la óptica del absurdo es posible comprender que nuestros jilgueros, paladines de la libertad, se encuentren auto secuestrados por su militancia. Militancia cambiante si los intereses en juego lo aconsejaran. Reacuérdese cuantos de ellos militaban en el Partido Comunista antes de hacerlo en el Psoe.
Ello les obliga a mantenerse en su propio esquema, impidiéndoles ejercer su presumible libertad para oponerse con nítida contundencia a quien, una vez más, es capaz de superarles en su actuación ante las cámaras, mostrando un dolor que en modo alguno siente, exhibiendo lágrimas de cocodrilo al decir que los terroristas están condenados, mientras con mano férrea sostiene el documento que el Congreso de los Diputados le concedió para negociar con la banda terrorista eta.
¿Es posible que a los “señores” titiriteros no se les revuelva el estómago ante tan miserable comportamiento? ¿O acaso su mezquindad es tan grande que prefieren hipotecar su libertad y, de manera especial, su inteligencia, en favor de su cuentas corrientes?

Felipe Cantos, escritor.