10 agosto 2011

Dios los crió y nosotros los juntamos.


La mayoría de los humanos anda hoy día en busca de directores de inconsciencias. Denis de Rougemont.

Si nunca tuve a bien hacer el más leve comentario sobre el presidente de los Estados Unidos pese a que, desde sus inicios, supo provocarme la misma desconfianza que el ínclito Zapatero, fue porque mientras que la imbecilidad supina de este último resultó extremadamente fácil de detectar, desde el primer momento en que abrió la boca para iniciar la sarta de sandeces que, aún hoy, siete años después, no ha dejado de decir o hacer; el primero supo, con su pulcro estilo, del que ZP carece, darnos una imagen claramente distinta y desconcertante.
Sin embargo, sus decisiones han contenido las mismas incoherencias que las de su homónimo español y, por ende, las consecuencias a lo largo de su mandato, que, caso verdaderamente insólito, tiene todo el aspecto de no durar más que una legislatura, como Presidente de los Estados Unidos, han sido catastróficas.
Es tal el desprestigio de las castas políticas que, ambos, aupados al poder, más que por su presunta valía como personajes históricos, capaces de aportar soluciones para arreglar los innumerables problemas, tanto internos como externos, de sus respectivos países, lo fueron en circunstancias nada lógicas y como sucedáneos de un producto que no termina de llegar.
Pero la realidad, más temprano que tarde, acaba por imponerse inexorablemente. Y hoy, los dos, andan perdidos por las galaxias de aquella inmensa conjunción astral que nos anunciara la inefable Leire Pajín.
De sus frases terminales se desprenden la alucinada visión de estos dos iluminados, negados a admitir una realidad que les desborda.
El uno, ZP, rehusando aceptar, desde los inicios, una crisis financiera que ha terminado por devorarlo y devorarnos. Tiempos aquellos en que el ínclito repetía, mientras la corrosión se adueñaba de todo, “Estamos en la “Champion League”, “Somos el corazón de Europa”.
El otro, no muy diferente del primero – se le conoce popularmente en España como el Zapatero mulato - gastando lo que no tiene y repitiendo hasta la saciedad que, “esto es Estados Unidos y no importa lo que ocurra”. Claro que con avales de amigos como el Gobierno Español, que en boca de su Vicepresidenta, Elena Salgado, no tiene empacho alguno en decir que “las medidas que tomen los Estados Unidos estarán bien, sean las que sean”, no precisas enemigos.
Y ahí tenemos, tal cual, a los dos. Dicen que hablando al teléfono más de 20 minutos, para resolver los problemas del mundo. Y uno, que no deja de ser un ingenuo, se pregunta de qué demonios han podido o pueden hablar, antes durante y después, a tenor del inexistente inglés de ZP y, me consta, el nulo español de Obama.
Yo, por si acaso, prefiero encomendarme a los santos, con aquella plegaria que dice: “Virgencita, virgencita que me quede como estoy”.

Felipe Cantos, escritor.