13 octubre 2007

La mediocridad de Zapatero, ¿un valor en alza?


Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje. Aldoux Huxley.

Aún cuando a lo largo de una vida todo ciudadano que se precie como tal pueda sentir, ocasionalmente, la necesidad de tomar conciencia del papel que le ha correspondido representar en la sociedad a la que, le guste o no, pertenece, hay momentos en que esa necesidad se convierte en una obligación.
Salvo para aquellos que se dejen cercar por la más despreciable de las indolencias, inexorablemente, para el resto surgirán situaciones en las que se hace obligada una mínima reflexión que nos debería mostrar la auténtica realidad de una escenario, cuanto menos, complicado. Sin duda, salvo para los insensatos - algunos imbéciles crónicos y otros imbéciles sin saberlo, que no se qué es peor - las difíciles circunstancias por las que en estos momentos transita España es una de ellas.
Una vez más, y van…, reitero mi absoluto desinterés por cualesquiera de las alternativas políticas que en la actualidad se barajan en España. No he sido jamás seguidor directo de ningún partido, mi opinión sobre ellos, y los políticos que los representan, es harto conocida. De manera que cuando escribo sobre estos temas intento poner mi “pluma”, por encima de cualquier otra cosa, al servicio de la coherencia. Utilizar el sentido común, desgraciadamente el menos común de los sentidos, es mi objetivo primordial. Aunque no siempre es posible conseguirlo, es el único modo en el que poder emitir un razonamiento mínimamente imparcial, alejado de las influencias partidistas.
Se preguntarán que a qué demonios viene esta larga introducción. Es muy simple. Asentado en lo expuesto anteriormente, me he permitido hacer un análisis, tan amplio como ha sido posible, sobre la labor realizada por el señor Rodríguez Zapatero a lo largo de su legislatura; no como gobernante y político en activo, sino como la persona que se encuentra “dentro” de ese personaje que le ha tocado representar. El resultado es, además de sorprendente, espeluznante.
No hay duda que las actitudes mostradas por Rodríguez Zapatero se han visto, y se ven, condicionadas en su faceta de ciudadano/político; de igual manera que sucede a la inversa, político/ciudadano. Pero ello no es óbice para que concluyamos que lo que aceptamos de este sujeto, como político, sería imposible hacerlo como ciudadano, como vecino o, no digamos ya, como amigo o familiar.
A lo largo de estos años, el personaje en cuestión ha demostrado ser una persona en la que no es posible confiar. Desde que “Bambi” asomara la patita, sin el menor de los escrúpulos, ha ido dejando en el camino – la cuneta dirían en el argot mafioso – a cuantos se dejaron seducir por “sus encantos”.
Soy consciente que muchos de ellos, yo diría que la gran mayoría, merecieron ser engañados del mismo modo que lo son aquellos que pretenden aprovecharse del supuesto “tonto” del timo de “la estampita”. Pero ello no devalúa en absoluto los “méritos” del ínclito zp. Más bien los acrecenta.
No es necesario exponer como ejemplo lo que, lamentablemente, es moneda de curso legal en cualquier mala democracia que se precie: maltratar a su más directo rival, la oposición. El señor Rodríguez Zapatero no ha tenido empacho alguno en, liándose la manta a la cabeza, maltratar a cuantos socios y colaboradores, más o menos cercanos, ha tenido. Comenzando por los Pascual Maragall, los Artur Mas, los José Bono, los Miguel Sebastián y tantos otros para, pasando por los socialistas navarros, por significados responsables socialistas de algunas de nuestras más importantes instituciones, por algunos jueces de los llamados “vizcochables”, por los batasunos euskaldunes – a su manera eta incluida – hasta, lo que hace escasos meses era impensable, alcanzar a sus incontestables amigos, socios y más allegados colaboradores en la parcela mediática, el Grupo Prisa, con el ínclito Juan Luis Cebrián a la cabeza.
La verdad es que resulta difícil entender como es posible que un personaje de estas características, con una mezcla de insensatez y maldad, fácilmente identificable pero malamente administradas, haya lograda tamaña “hazaña”. Dudo mucho que Maquiavelo y Rasputín a “la limón” fueran capaces de alcanzar cotas similares.
Pero lo más terrible es comprobar que pese al peligro que encierra el personaje, capaz de haber provocado que de nuevo España se divida, por el momento ideológicamente, en dos frentes, todavía quedan personas, al parecer legión, que confían en él.
Como mero observador podría entender, evidentemente dejando en el camino la mayor parte de mis escrúpulos, que toda la camada que vive en las cercanías de la política, del empresariado, o de las Instituciones del Estado, para no perder sus prebendas, se mantuvieran “fieles al líder”. Sin embargo, lo que resulta imposible de comprender, al menos para mí, es que el ciudadano de a pie, visto lo visto en estos tres largos años de gobierno zp, aún pueda tener dudas con respecto al peligro que encierran las decisiones de este “presidente”.
Tal vez aquí se cumpla la máxima en el engaño. Aquella de que el último en enterarse, siempre, es la “otra parte”. Y, lamentablemente, ese papel le ha tocado jugar a los votantes de este hombre incapaz de mostrar dos rasgos seguidos de cordura y honradez.
De otro modo sólo cabe pensar que, como a los “masocas”, a los votantes de este hombre, socialistas o no, les va la marcha o, peor aun, su capacidad de reflexión se encuentra bajo mínimos, o es inexistente.
Qué otra consideración cabría otorgar a quienes en su vida privada no darían cobijo, ni tan siquiera saludarían al cruzarse con él en la escalera de su portal - ¡buenos somos los españoles ejerciendo de críticas porteras! - y sin embargo son capaces de votarlo para convertirlo en el personaje más poderoso en la vida pública española.
Lo crean o no, carezco de una ideología definida. No me interesan los fundamentalismos, por discretos que estos pretenden ser. Me apoyo en las humanidades para llevar a cabo mi vida de una manera razonablemente digna. Por esa razón, siempre, me ha traído sin cuidado a dónde dirijan los ciudadanos su voto: derechas, izquierdas, centros, o lo que les venga en gana.
Lo que sí me preocupa es que ese voto vaya destinado a quien, alejado en exceso de la razón, ha demostrado sobradamente ser un indigente intelectual, incapaz de cumplir con uno sólo de los parámetros que se le suponen a un buen dirigente político, del que siquiera cabe esperar de él que, además de retorcido, sea inteligente.


Felipe Cantos.
Escritor.

07 octubre 2007

¿Dónde quedó el euskera?


“Nadie puede adoptar la política como profesión y seguir siendo honrado.” Louis McHenry Howe.

Qué difícil resulta frenar la carcajada estruendosa cuando nos llegan noticias de algunos de los últimos acontecimientos sucedidos en España, provocados por algunos de sus personajillos más “ilustres”. De modo que por aquello de que no se nos quede dibujada en nuestro rostro la sonrisa de la estupidez, cuanto menos, permítasenos dar rienda suelta a una sutil sonrisa de indulgencia.
Y ello, pese a que, como la gran mayoría de los sensatos de este país, había decidido, en espera de mejores tiempo, vacunarme contra las infecciones de flagrante inmoralidad en la que se ha convertido todo cuanto tocan, o pasa por, las manos y las mentes de ese inconcebible personaje llamado José Luis Rodríguez Zapatero y sus secuaces.
No voy a caer en el error de aburrirles con la interminable lista de desatinos que, en los algo más de tres años de desastrosa gestión gubernamental, ha creado tan “insigne personaje”. Entre otras razones por haber sido harto difundidas y repetidas por un sinfín de medios de comunicación.
Pero no deja de ser sorprendente que en este país de nuestros amores – y desventuras mil en estos momentos – aún se puedan dar situaciones que, constantemente y pese a haber despertado las conciencias de millones de españoles, continúen intentando pervertir la sociedad y, lo que es peor, tacharla de indigente mental.
La reciente escena teatral representada por el pnv - Partido Nacionalista Vasco – no tiene desperdicio. Como consecuencia de la desastrosa deriva del señor “presidente del gobierno español” en sus obscenas (y fracasadas) negociaciones con eta, se han producido en cadena una serie de acontecimientos alejados en grado sumo de las previsiones de algunos de sus protagonistas.
Ni el irrepetible Juan José Ibarreche/Ibarretxe - por cierto, sorprende que aún no haya euskaldunizado su nombre propio – ni el recientemente dimitido Josu Jon Imaz – este sí lo ha hecho por partida doble – esperaban que el estrepitoso fracaso de las, mal llamadas, negociaciones con eta, volvieran a colocarles, al uno, en la cresta de la ola y, al otro, lo enterrara entre la espuma y la arena, hasta hacerlo desaparecer.
Al primero, dándole la oportunidad de tomar una iniciativa a todas luces inconstitucional: plantear un referéndum, con fecha y hora, sobre la independencia/separatismo de la Comunidad Vasca. Al segundo, colocándole en una posición claramente incómoda al defender unos postulados – en el fondo los mismos – alejados en la forma y, principalmente, en el tiempo, con los de la mayoría de su propio partido –pnv- con el presidente de su comunidad, es decir, Ibarreche, a la cabeza.
El hecho es que ambos personajes, en una extraña carambola, se han visto forzados a replantearse nuevamente sus destinos y, yo diría que, incluso, sus posiciones políticas y sociales. Sobre el primero, Ibarreche, nada nuevo que descubrir que no sea la ratificación de su radicalidad: continúa cabalgando a lomos de su aberrante desvarío, inventándose una historia que nunca fue y un futuro de difícil previsión, pero siempre peligroso.
En cambio la situación del segundo resulta sumamente paradójica, casi divertida. Este personaje, al igual que todos los representados bajo las siglas del pnv, durante años ha mantenido duras posiciones frente a la españolidad de las provincias vascas, haciendo gala de un indiscutible y radical posicionamiento independentista. Para ello, utilizando cuantas “armas” encontró a manos: falseo de la historia; injustificados agravios comparativos con otras regiones españolas, y otras de igual o peor calado.
Pero por encima de cualquiera de estas y alguna más, el euskera – la lengua/idioma – prácticamente desaparecido como elemento de comunicación entre los vascos, e introducido con calzador en una incomprensible e intolerable “inmersión lingüística”, durante años ha sido utilizado como arma para aferrarse a unas autoconvicciones difícilmente justificables.
Y ahora es el momento en que, obligado a abandonar el cargo de presidente del pnv, el ínclito Josu Jon Imaz se ve en la disyuntiva de volver a organizar su vida, profesional – supongo que la personal igualmente – en base a todo aquello que durante años ha venido vilipendiando y atacando casi con desesperación: la lengua española.
Al parecer, por lo leído en los medios de comunicación, “nuestro” Josu Jon Imaz se trasladará a los Estados Unidos – no podían haberle elegido destino más lejano – para impartir clases, ignoro de qué, pero es de suponer que lo hará en la lengua de Shakespeare.
No me negarán que si finalmente fuera a desarrollar su trabajo en el idioma que tanto ha combatido y despreciado, que es lo que me temo, el castellano/español, todo resultaría, además de cómico, despreciable. Un auténtico sarcasmo y un claro ejemplo, dejando al margen el único objetivo claro de un político - el medrar donde sea y como sea – de la inmoral pasta que están hechos estos personajillos que beben en las fuentes de los nacionalismos.
Porque permítanme que dude seriamente de que el euskera le sirva para algo más que para ser tomado por un original personaje venido Dios sabe de qué latitudes lejanas, allá por la Patagonia.
Y es que la realidad de los hechos es inexorable a la hora de confirmarse una verdad, por mucho que esta se discuta, en aras de unos intereses partidistas y bastardos.
El acervo popular, sobrado en experiencias y generoso en expresiones ya lo recoge sabiamente: “quien al cielo escupe, en su cara repercute”.

Felipe Cantos.
Escritor.