17 septiembre 2007

El genuino talante de Zapatero y Chávez: La Educación para la Ciudadanía.


No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna. Mahatma Gandhi.

Si les soy sincero, había pensado mantenerme al margen de la polémica sobre la nueva -¿nueva?- asignatura que, si Dios no lo remedia, tomará cuerpo en las aulas españolas este curso que se inicia: Educación para la Ciudadanía.
Puedo asegurarles que no se trataba de una decisión determinada por la falta de iniciativa, o porque el “asunto” no me preocupara. Me preocupaba, y me preocupa. Y ello, pese a que resido, desde hace décadas, fuera de España y mis hijos, por fortuna, no se encuentran bajo la nefasta influencia de los sectarios gobernantes actuales: el señor Zapatero y sus incondicionales nacionalistas, más la recua residual de una izquierda en estado terminal.
Entendía, más bien, que tratándose de un asunto puramente académico, aunque con claros efectos perversamente devastadores sobre la formación de las nuevas generaciones españolas, habría, y de hecho hay, voces mucho más autorizadas que la mía. Después de todo, yo no soy más que un “humilde” escritor alejado de las aulas y los claustros de los profesores.
Sin embargo, hace escasos días cayó en mis manos un adelanto del contenido de la signatura, plasmado en un libro editado por mi inolvidable y viejo “amigo” Ramón Akal: Educación para la ciudadanía: Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho, es su título.
Les aseguro que creía haber visto casi todo en este mundo de los despropósitos. Pero está claro que ese “casi”, al que tanto apelamos cuando deseamos dejar una incertidumbre en el aire, a poco que te lo propongas dejará de ser “casi” para convertirse en una evidencia indiscutible.
El libro, imagino que como los de las demás editoriales que hayan basado su contenido en los parámetros marcados por el gobierno Zapatero, no tiene desperdicio. Su contenido, lejos de ser simplemente formativo y equilibradamente neutro - no mantiene las mínimas normas elementales que se presumen deben contener los libros de enseñanza - se nos revela como una sarta de disparates y ataques directos contra personas fácilmente identificables, en algunos casos aún vivas, y contra todo lo que no sean las perversas ideas surgidas de una izquierda plenamente devorada por la más rancia de las ideologías.
Aunque imagino que la intención de sus creadores era la de ser mínimamente sibilinos, intentando moldear las inteligencias con pretendidos mensajes subliminales, la realidad es que se ve perfectamente que la asignatura no tiene como objetivo la enseñanza y formación de las nuevas generaciones, y si un burdo adoctrinamiento.
Pero aún peor. El libro, conscientemente alejado de los diversos temas que deberían ser desarrollados en una abierta reflexión por todos y cada uno de los alumnos implicados, se ocupa directamente de “mascar” cada uno de los temas y entregarlos a los alumnos, en un lenguaje, en ocasiones soez y ofensivo, plenamente digeridos.
En muchos de sus contenidos uno tiene la sensación de encontrarse el más puro estilo periodístico en el que la información - y la formación – queda al margen, dando paso al más grosero de los adoctrinamientos, recordando las practicas habituales del Grupo Prisa que, por desgracia, tan buen resultado les ha dado con un importante y numeroso sector de la ciudadanía española.
Es lo mismo que hablemos de capitalismo, de religión, de sociedad, de bienestar, de comunicación, o cualquier otro tema. Todos ellos son expuestos, no para su reflexión, sino, como decía antes, dirigido directamente contra quienes no están en la misma línea de pensamiento. Incluso con ataques directos a determinadas personas conocidas por su clara oposición al gobierno del “señor” Zapatero.
Resultaría cómico, sino fuera por su gravedad, que terminaran “inmortalizando” en libros de texto a quienes son más que odiados por el régimen actual.
De manera que a la vista de cómo se van desarrollando los acontecimientos uno comienza a estar verdaderamente preocupado. Especialmente si tenemos en cuenta las fuentes ideológicas de las que el “señor” Zapatero ha bebido y, lamentablemente, continúa bebiendo. Las influencias de sus amistades, algunas peligrosas, como el venezolano Chávez, el “jovencísimo” Castro, o el estrábico Kirchner; y otras no menos peligrosas además de bobaliconas como “el” Evo Morales, nos hacen desconfiar seriamente de sus intenciones.
La nueva asignatura, “Educación para la Ciudadanía”, además de un repugnante panfleto, contra todo aquello que no es de su “cuerda”, bien podría ser el inicio del camino tomado por el dictador Hugo Chávez, quien en una decisión sin precedentes, ni tan siquiera en los regímenes dictatoriales más execrables, está tratando de imponer unas leyes en su país que le permitan disponer a su antojo de la juventud e, incluso, de los niños venezolanos.
En la redacción del artículo 3 de la nueva “Ley de Educación” – curiosa coincidencia con “nuestra” Educación para la Ciudadanía – viene a decir lo siguiente: “A partir de la vigencia de la presente ley, la patria potestad de las personas menores de veinte años de edad será ejercida por el Estado, a través de las personas u organizaciones en las que este delegue facultades”.
Por si esto no fuera terrorífico, el artículo 4 de esta misma ley viene a decir lo siguiente: “Todo menor de edad permanecerá al cuidado de sus padres hasta tanto cumpla la edad de tres años, pasados los cuales deberá ser confiado para su educación física y mental, así como para Capacidad Cívica a la Organización de Círculos Infantiles, organismo que por esta ley queda facultado para disponer la guardia y cuidado de la persona y el ejercicio de patria potestad de los menores”. Y continúa. “La organización de Círculos Infantiles dictará las predicciones necesarias para que todo menor de edad, comprendido entre los tres y los diez años, permanezca en el Estado donde residen los padres, procurando que sea tenido en el domicilio de los mismos al menos dos días al mes, para que no pierdan contacto con el núcleo familiar. Pasados los diez años todo menor podrá ser asignado, para su instrucción, cultura y capacitación cívica, al lugar que más apropiado sea para ellos, tomando en cuenta los más altos intereses de la nación. Al Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Creación corresponderá hacer todas las previsiones encaminadas al mejor desarrollo físico y deportivo de los menores de edad tutelados por la Organización de Círculos Infantiles”.
No, no crean que lo que han leído es una invención de este autor. Ni tan siquiera un borrador de lo que pudiera ser un inconcebible proyecto. Las actas han sido ya presentadas en la Asamblea Nacional del Congreso Venezolano para su votación y aprobación.
Comprenderán ahora las razones de mi inquietud. Ante los desatinos pergeñados por el ínclito señor Presidente del - ahora si, de cara a las elecciones - Estado Español, entre otros, negociar con terroristas; descuartizar España en una innoble cesión ante los nacionalistas más radicales, y otras “perlas similares”, nuestra desconfianza es, más que razonable, obligada.
Si, además, tenemos en cuenta las “entrañables relaciones” que mantienen, de manera personal, ambos mandatarios, de España y Venezuela, llegarán a la conclusión de que, con el señor Zapatero todo es posible.
En cuanto a Ramoncito Akal, con quien inicié mis andaduras editoriales hace más de treinta y cinco años, sólo decirle que ahora comprendo como es posible salvar e incluso progresar, desde la perspectiva económica, una actividad cultural – específicamente la edición - a la que en condiciones “normales” de mercado les está, casi, vetado obtener beneficios. A la sombra del poder, aunque se pierda la dignidad, todo es posible. Tal vez debería aplicarse la máxima de Otto von Bismark: La libertad es un lujo que no todos pueden permitirse.
No dejaré pasar la oportunidad de desmentir a cuantos voceros gubernamentales insisten, una y otra vez, en vendernos las bondades de la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía.
En contra de lo que algunos sostienen, para avalar sus afirmaciones, es rigurosamente falso que en los colegios de otros países europeos se imparta materia alguna semejante.
Conozco de primera mano las Escuelas Europeas, buque insignia de los colegios en Europa por su directa vinculación con las Instituciones Europeas, y puedo asegurarles que jamás se ha impartido, ni se imparte en ellas asignatura alguna que pudiera asemejarse, ni por casualidad, al retorcido bodrio que han parido los socialistas españoles.

Felipe Cantos, escritor.

13 septiembre 2007

El Hiyab – pañuelo - musulmán: ¿la nueva seña identitaria del radicalismo islámico?


Los fanatismos que más debemos temer son aquellos que pueden confundirse con la tolerancia. Fernando Arrabal.

Vaya por delante mi más absoluto respeto por cuantas formas - siempre decorosas, se entiende – decide poner sobre su desnudo cuerpo cualquier ser humano. No es posible, ni de recibo, condicionar los gustos e, incluso, las costumbres de nadie por razones tan ingenuas como el hecho de que pueda incomodarnos su simple contemplación. Especialmente si esa negativa actitud nos viene dada por un cúmulo de prejuicios siempre mal aprendidos.
De un tiempo a esta parte he visto crecer la polémica, hasta desbordarse, sobre el uso, en imparable aumento, del velo o pañuelo islámico, más conocido como “Hiyab”.
Si no fuera por la gravedad que parece entrañar las mil y una interpretaciones que de tal uso se desprende, tanto para quienes lo usan, como para quienes lo critican, la situación no pasaría de ser parte de una cómica escena costumbrista de los Hermanos Quintero o, si me apuran, de una escena al uso de cualquier novela de Jardiel Poncela.
Pero, desgraciadamente no es así. Tan, en principio, simple prenda, esta comenzando a convertirse “de facto” en un arma arrojadiza de consecuencias imprevisibles. Bajo su tacto, en algunos casos de suave seda y diseño vanguardista y personalizado, se han comenzado a cobijar radicales actitudes en defensa de reivindicaciones no siempre bien entendidas, ni justificadas.
Durante mucho tiempo la costumbre de cubrirse la cabeza, a veces con un simple pañuelo de mano, fue, sin más, un obligado gesto de respeto a determinados momentos de significado religioso. Esta acción, realizada mayoritariamente por la mujer, también tuvo su expresión en el hombre. Y puedo asegurar que salvo en aquellos casos de una excesiva religiosidad, la mayor parte de los que así lo hacían, obligados por las circunstancias, estaban esperando el momento más oportuno para librarse de tan “incómoda” prenda.
Es importante hacernos la siguiente reflexión. De las tres religiones monoteístas salvo en la arraigada costumbre judía, donde la pequeña “kipá” ha llegado, en el hombre, a convertirse casi en una obligada prenda de vestir a diario y en cualquier momento, combinándose en ocasiones con un elegante traje de Armani, el velo católico, o el Hiyab musulmán habían llegado a desaparecer de manera casi absoluta; salvo en poblaciones rurales, o en las poblaciones musulmanas donde la evolución hacia cualquier manifestación prooccidental ha sido abortada por sus radicales dirigentes.
De manera que parece evidente y hasta comprensible, al menos en lo que conocemos como Occidente, que el resurgimiento de la tan traída prenda - el Hiyab - se debe más a un posicionamiento étnico y social - yo me atrevería a decir que también político – que religioso. Es una clara reivindicación de unas señas identitarias, aparentemente perdidas. Tal vez porque, pese a no ser conscientes las generaciones anteriores del riesgo o, incluso, del deseo de perder su identidad, tampoco nunca tomaron la verdadera decisión de fundirlas con el nuevo medio al que por determinadas circunstancias se vieron abocados a llegar.
Sin embargo no dejaré de manifestar mi contrariedad y mi más rotunda oposición al uso que de la prenda se está comenzando a hacer por parte de la juventud musulmana afincada en Occidente. Es sumamente difícil creer que bajo la “protección” del Hiyab se recuperen y vuelvan a surgir ancestrales creencias religiosas largamente perdidas. La fe no se encuentra ni en un pañuelo, ni bajo un pañuelo.
Dejando a un lado cuestiones estéticas, que el pañuelo generalmente perjudica, por lo que sorprende y hace poco creíble la enconada defensa de su uso por las adolescentes musulmanas – mujeres al fin y al cabo - , más bien parece, como decía antes, una manera de encontrar la salida a una falta de identidad: “Para mí, el Hiyab es un regalo de Allah. Me da la oportunidad de acercarme a Allah y también me permite identificarme y ser reconocida como musulmana”; “Ellas son representantes del Islam y de los musulmanes. A cualquier lado que van, tanto musulmanes como no musulmanes las reconocen como seguidoras del Islam”; “En esta vida, no podría pensar en algo mejor que ser musulmana, y el Hiyab es un signo que me lo recuerda permanentemente”; “Saber que Allah me encuentra bella – con el Hiyab - es lo que me hace sentir bien”.
Estas son algunas frases, extraídas de un periódico musulmán, publicado en Occidente, pronunciadas, dicen, por varias adolescentes musulmanas, residentes igualmente en Occidente, en segundas y terceras generaciones,. Aunque cuesta trabajo creerlo, pues más bien parecen frases estereotipadas sacadas de monjas, o religiosas ancladas en siglos pasados, bien pudiera ser que en ellas anide de manera encubierta ese fanatismo religioso que tanto nos preocupa.
Se nos dice, no sin cierta sorpresa por nuestra parte, que “era de esperar que la generación de sus hijas, las jóvenes de hoy, frente a la fascinación de sus padres por la cultura occidental y el desprecio marcado de Occidente hacia el Islam, decidan emprender una búsqueda para conocer su religión y al mismo tiempo su identidad que, por las relaciones e influencias, no formaba parte ni de Oriente ni de Occidente”.
Pero cuesta trabajo aceptar semejante argumentación. Si tenemos en cuenta que, por lo general, los estratos sociales de estas generaciones de nuevos y “fervientes” islamistas, salvo excepcionales casos, proceden de los niveles más bajos de la sociedad, tanto en lo económico, como en lo intelectual y académico, llegaremos a la conclusión que lejos de ser oposición directa a sus padres, se nutren básicamente de ellos.
Además, resulta sorprendente que pese a la “fascinación occidental” que dicen haber abducido a los padres, uno aún pueda contemplar con horror, por ejemplo, como ante los efectos de una desgracia o una catástrofe las manifestaciones de dolor de “esa vieja generación” musulmana se conviertan en un concierto de estridentes gritos, acompañados de un deprimente espectáculo de autolesiones a base de golpetazos y fuertes palmadas, más cercano a ancestrales costumbres no superadas que la “odiosa” modernidad impuesta por Occidente.
Resulta difícil aceptar que después de decenas de años e imbuidos de pleno en sociedades abiertamente plurales, pueda haberles surgido de lo más profundo de su ser ancestrales deseos identitarios. Incluso superando a los de sus generaciones anteriores. Es un fenómeno social de difícil comprensión y más compleja explicación.
Yo no tengo duda alguna de que esas jóvenes, que han adoptado de manera beligerante el uso de el Hiyab, teóricamente occidentalizadas y que comienzan a ser legión, han buscado en el uso de la prenda más que una identidad la identificación con una personalidad perdida o, tal vez, nunca ostentada.
Más bien parece que a falta de otras posibilidades trataran de hacerse visibles en esta compleja e insolidaria sociedad, reafirmando su personalidad con elementos externos de dudoso acierto. Ya saben, aquello de: “que hablen de mí aunque sea mal”.
Lo preocupante es la lectura que hacen los radicales islamistas del uso del Hiyab. Parecen querer hacer confluir en él todas las milenarias reivindicaciones, nunca suficientemente bien justificadas, de Oriente a Occidente.
Lo cierto es que han conseguido convertir lo que era una simpática y agradable prenda en una bandera reivindicativa. Hasta la simpática doña Rogelia lo lleva y nunca fue sospechosa de islamismo radical alguno. El peligro no esta en el pañuelo – Hiyab - sino en las ideas e intenciones que bajo él puedan cobijarse.

Felipe Cantos, escritor.