21 septiembre 2009

Reflexiones sobre los dóciles lectores de El País.




Somos libres cuando nuestros actos emanan de nuestra entera personalidad (…) Henri Bergson.

Décadas llevo intentando hacer ver a los incondicionales lectores de ese periódico – nos ahorraremos lo de panfleto de lujo - el indiscutible sesgo político, inefablemente hacia una izquierda extraordinariamente rentable, que anida – ¿o anidaba? – en cada una de las páginas, artículos y columnas que en el aparecían, condicionando cualquier posibilidad de imparcialidad.
Jamás en sus páginas, especialmente en las de opinión, ha sido posible, para un lector independiente, encontrar texto alguno que le permitiera obtener una opinión no condicionada por los intereses del poder y, por extensión, del propio grupo Prisa.
Pero héteme aquí - sorpresa donde las haya - que lo que parecía indisoluble, por la gracia de intereses harto inconfesables, pero conocidos por todos, se está rompiendo en mil pedazos. Los convergentes intereses de la maquinaria socialista con el grupo de comunicación creado por el fallecido Jesús de Polanco parecen haber llegado, por el momento, a su fin.
No seré yo el que oculte la enorme satisfacción que el hecho en si me produciría. Han sido demasiados años dando las noticias masticadas, casi regurgidas, de manera que un gran número de indolentes españoles, excesivo para mi gusto, abandonaran la buena costumbre de pensar por si mismo y decidieran que la verdad y lo correcto, de casi todo, se encontraba en su “Biblia” de papel prensa: El País.
Dudo mucho que ninguno de estos dóciles lectores se cuestione el cambio copernicano producido en lo más profundo del periódico de toda su vida. La adormidera se encuentra enquistada en sus cerebros.
Pero, aunque no sea más que para despertar su curiosidad, yo les preguntaría si son capaces de explicar el cambio en la línea editorial del diario - durante décadas conocido como “gubernamental” - disparando a todo lo que se mueve desde la Moncloa y, naturalmente, del resto de medios de comunicación que el grupo controla: en radio, La Ser; y en televisión, La cuatro y Canal Plus. Es tan descarado que ofende a la inteligencia.
La llamada “guerra del fútbol”, junto con la creación de un nuevo grupo mediático capitaneado por un “tal” Jaume Roures, claramente apoyado por Rodríguez Zapatero, ha sido la clave de la ruptura de una diabólica alianza que, para qué engañarnos, ha hecho tanto daño a la democracia española.
Desgraciadamente, poco bueno podemos esperar de esa nueva alianza socialista-empresarial, nacida al amparo del ínclito Rodríguez Zapatero. No creo que el nuevo “genio” de los medios de comunicación españoles, el “tal Roures”, pretenda ser muy distinto de lo que en su día lo fuera Jesús de Polanco, a la sombra del poder.
Dicen que la cara es el espejo del alma. De manera que lo que si me provoca serias dudas, viendo la imagen del “señor Roures”, es si realmente es posible que este hombre sea el cerebro de este nuevo grupo nacido, igual que el anterior, para ser la mediática correa transmisora del poder establecido.
No quisiera entrar en el terreno de las descalificaciones personales, o de la ofensa. Pero, para mí, esa cara refleja serios síntomas de una estupidez supina, muy alejada de la que se le supone a un sólido magnate - sinvergüenza o no - de los medios de comunicación. ¿Están ustedes seguros de que no hay un verdadero cerebro de toda esta operación, en la sombra? Tendría gracia que, más temprano que tarde, aparecieran ramificaciones del grupo Prisa en las entrañas de Mediapro, el grupo creado por el “tal Roures”.

Felipe Cantos, escritor.

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