12 abril 2011

¿Cómo hemos llegado a esta situación?


En política, donde todo está permitido, salvo dejarse sorprender, hay que esperarlo todo. Charles Maurras.

Dicen los “expertos” que una buena noticia no es noticia. Y deben tener razón. Desde hace mucho tiempo es difícil de encontrar en los medios de comunicación una buena noticia. Probablemente las hay, pero no interesan.
Es por esta razón que raro es el día que no nos desayunamos con un grueso de noticias, a cual peor. De manera muy concreta en lo que afecta a España y a eso que hemos dado en llamar “la casta política”.
Es terrible tener que reconocer, por lo que de santa resignación supone, que pocas veces hemos “gozado” en este país de un nivel tan ínfimo en la que se conoce como la clase dirigente.
No me duelen prendas admitir mi desinterés por cualquier tendencia política. Esencialmente de aquellas que, enrocándose en si misma, pretenda desde el sectarismo, estar en posesión, incluso plena, de la verdad.
De manera que sin perder de vista a un Partido Popular, que se encuentra en una anodina situación difícil de comprender, a la espera de recoger los frutos difícilmente merecidos, salvo por su infinita paciencia en ver pasar el cadáver de su enemigo, hemos de reconocer que el legado que nos presenta el actual PSOE, pretendidamente gobernante, es como para echar a correr y no para hasta Cafarnaúm.
Presidido– pese a su reciente renuncia - por un personaje indigente intelectual donde los haya, sin bagaje alguno; rodeado de mediocridad hasta el vómito –"magdalenas", "pepiños", "aidas", "salgados", "chaves", "leires" y demás impresentables de igual, o peor condición -; asesorado por una banda de indocumentados mal intencionados que pretenden hacer bandera de un falso progresismo, en donde el valor más cotizado es su radical relativismo; explotado por una clase política corrupta, abanderada por un nacionalismo irracional; babeado por un sindicalismo vendido al pesebre oficial; aceptado por un empresariado en una permanente búsqueda del “sálvese quien pueda”; consentido por un poder judicial politizado hasta límites insostenibles.
Reconocerá conmigo en que sumergidos en semejante cenagal uno no deje de preguntarse constantemente ¿cómo hemos llegado a esta situación?

Felipe Cantos. Escritor.

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