10 mayo 2011

Nothing is Impossible/Nada es Imposible.


Hay que creer en la justicia, Germana, porque si no sería todo más triste aún. W. Fernández Flórez.

¡Nothing is Impossible! Nunca tres palabras fueron tan acertadas para un mensaje comercial y simultáneamente sirven para un fin tan miserable.
La validación de las listas de la coalición etarras, Bildu, ha venido a confirmar cualquier hipótesis sobre las posibilidades del ser humano para superar, sin avergonzarse, las situaciones más esperpénticas.
Del mismo modo, por si no estuviera suficientemente claro la despreciable inclinación de los "justicieros", que no juristas, de las distintas estancias de nuestra administración, hacia tendencias partidistas ajenas al buen hacer de administrar esta, ha quedado meridianamente clara la duda de que no necesariamente, tras de la toga de un juez, de la mesa de un tribunal, o de la parafernalia de la que estos sujetos se rodean exista la mínima dignidad que su cargo y situación les obligan.
Bien es cierto que en cualesquiera de las actividades de la vida pública las, así llamadas, personalidades sociales - reyes, presidentes, políticos en general -, o autocalificados "padres" de la patria, de la constitución y similares, pueden generar confusión por sus desconcertantes y, en ocasiones, delictivas decisiones; en el caso de los responsables de la Administración de Justicia provoca, además, un terrible y desalentador estado de ánimo en la sociedad. Excuso decirles lo que esto significa en el contexto del mal llamado Tribunal Constitucional, hoy más conocido como Tribunal Prostitucional.
Nada es posible sin justicia. Todos los que poblamos este planeta, incluso los ladinos, que bajo la excusa del bien común cobijan de manera miserable sus propios intereses, saben perfectamente que el caos se instalará en el momento en que no seamos capaces de mantener un mínimo autocontrol y control sobre el comportamiento de todos y cada uno de nosotros.
Sería deseable que aquellos eternos valores que consiguieron durante milenios que el ser humano progresara, fueran suficientes para alcanzar, con sus razonables desencuentros, una buena convivencia. Por desgracia, esto ya no es posible. El autocontrol que antes nos imponíamos, en función de esos valores, ya no sirve, no funciona.
Los nuevos valores acuñados - insolidaridad, indolencia, relativismo, egoísmo y otros - por una sociedad cada vez más vacía de contenidos éticos y morales, son como los actos acuñados a cambio de sus almas por Dorian Gray, en su retrato, o Fausto, en su infinita sabiduría.
Sólo nos sirve aquello que podamos obtener de manera sumamente lucrativa y rápida. No importa el precio moral que debamos de pagar por ello. Incluso, aún mejor, el que obliguemos a pagar a los demás, sin detenernos en el daño que hacemos y pisoteando, de manera denigrante, nuestros propios principios.
Total, vienen a decir, para lo que vamos a estar en este mundo, más vale aprovecharlo.

Felipe Cantos, escritor.

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