22 enero 2009

¡Están locos estos… nacionalistas!


Hace algunos años, para regocijo de peques y no tan peques, se acuñó esta simpática frase: “están locos estos romanos”.
La frase, puesta en boca de Astérix, entrañable personaje del comic francés, en el que, junto con su inseparable Astérix, vapuleaban hasta el hartazgo a las legiones romanas, consiguiendo que estas huyeran como alma que lleva el diablo, resultaba, además de divertida, sumamente razonable. No era de recibo que tras ser golpeados por dos galos de incomprensible e ilimitada fuerza, estas volvieran una y otra vez a la carga, con el único objetivo de seguir recibiendo “leña”, por mucho que se empeñara “el Cesar” de turno.
Hoy, veinte siglos después, la historia, y esta en la vida real, se repite en un pueblo, el catalán, que falto de iniciativas e indolente hasta el vómito, permite a sus “lideres” degradar las posibilidades de su futuro más inmediato, destrozando a largo plazo el de sus hijos.
Si no fuera porque el resto de españoles lo estamos viviendo en primera persona, resultaría difícil de creer que pueda existir individuo, comunidad, pueblo o nación alguna cuyo grado de insensatez pueda alcanzar tales niveles.
Aunque resultara difícil, podría entenderse la obsesión, en ocasiones paranoica, de una minoría por defender o salvar cualquier derecho o vestigio cultural, para añadirlo a los que ya posee y tratar de conservarlo. Sería justificable, incluso, aunque se tratara de la más simple de las leyendas que formara parte de ese acervo cultural.
Pero “tirar por la borda” una lengua como el castellano, convertido por mor de su propia inercia histórica en la lengua de más 450.000.000 de personas; privando a las futuras generaciones de una herramienta de trabajo irreemplazable, resulta, cuanto menos, incomprensible y, en cualquier caso, estúpido.
Ahora más que nunca se hace realidad aquello que tanto repetían nuestras abuelas ante un despropósito similar: “¿Qué sabe un burro lo que es un caramelo?”.

Felipe Cantos, escritor.

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