No suponga que todo lo que no es capaz de entender es una soberana estupidez. Ludwig Wittgenstein.
Cuando en mis escritos trato de analizar los acontecimientos políticos que nos afectan de manera directa a todos los españoles, intento, probablemente sin conseguirlo del todo, que mis inevitables inclinaciones políticas no acaben por “pervertirlos”.
Como principio básico les confieso que durante mucho tiempo mi interés por la política no pasó de lo meramente anecdótico. De manera que, sucediera lo que sucediera yo, como la gran mayoría mis compatriotas, entendíamos que “eso” de la política era para “los políticos”.
Sin embargo, con los años, y de manera especial por determinadas circunstancias sucedidas en estos últimos tiempos, me han venido a mostrar que a ningún hombre, independientemente del grado de participación con el que intervenga en ella, le es ajena la política. He llegado a la conclusión de que el simple hecho de nacer es ya de por sí un acto político. Con toda seguridad a alguien estas perturbando con tu aparición en este mundo.
Por esa razón, y por un gesto de inevitable responsabilidad, comencé a tomar más en serio todo aquello que impulsado por los políticos tuviera una incidencia directa en la gran mayoría de los españoles. Aunque no lo crean, lo difícil, en principio, era ser capaz de ubicarte en aquella opción política con la que sentirme más identificado. ¿Izquierda, por definición?; ¿derecha, por situación? o ¿centro, por aquello de no molestar a nadie y estar a bien con todos? Definitivamente, ninguna de ellas: ¡Liberal!
¿Por qué? Sencillamente, porque sin necesidad de exponer en este momento una reflexión más profunda sobre el liberalismo, esta opción política encuentra aportaciones positivas, tratando de apartar las negativas, en cualquiera de las otras dos tendencias de derechas e izquierdas, o viceversa. En síntesis. Ambas tienen aportaciones positivas que aprovechar, y se niegan, por sistema, las bondades mutuamente.
De manera que apoyado en ese confesado pensamiento liberal es como suelo escribir mis artículos. Por ello, cuando trato de analizar las noticias que, como al común de los mortales, me llegan contaminadas y preparadas para que las digiera con la mayor facilidad, procuro no dejarme influenciar por esa contaminación y entrar en el análisis de los hechos.
Así es como trato de digerir la ingente cantidad de información y contra información que sobre el 11/14m nos es suministrada todos los días. Suelo leer y escuchar a las dos partes enfrentadas y, en un ejercicio de responsabilidad ciudadana, tratando de extraer el grano de la paja y quedarme finalmente, repito, con los hechos.
Y hechos, probablemente muchos de ellos de difícil demostración, pero todos ellos de razonable investigación, son los que está exhibiendo de manera constante el diario el Mundo, ante la negativa sistemática del Gobierno: coches fantasmas; mochilas volátiles; autorías no demostradas; pruebas falseadas; explosivos no identificados, declaraciones de altos cargos policiales contradictorias, sino claramente falsas y un sinfín de cosas más.
Y ante ese cúmulo de documentación aportada por una de las partes, la otra se limita a negar las evidencias y condenar e impedir la profundización en la investigación de una masacre que acabó con la vida de 196 españoles.
Pero si esto es grave, yo, como ciudadano de a pie, no salgo de mi asombro cuando puesto al habla con un gran número de personas a las que, en algunos casos, considero amigas, y a todas ellas con formación y madurez suficiente como para ser capaces de reflexionar sobre un asunto de tal calado, estas se empeñen en desacreditar la labor de los investigadores, calificándoles de meros especuladores de una oculta trama negra. Sino algo peor.
Evidentemente no soy capaz, ni quien para llegar a conclusiones definitivas. Pero como responsable ciudadano de a pie tengo la obligación de animar a quienes, persiguiendo los intereses que persigan, incluso bastardos, se empeñen en que salga a la luz la verdad, por encima de todo.
De igual manera, repruebo a cuantos, amigos y no tan amigos, amparados en la ciega creencia de que “los suyos”, sea del modo que sea siempre tienen razón, apoyen con su opinión y con su aliento a quienes no desean profundizar en la investigación de 11m, dando por buena la “cómoda” versión servida por el Gobierno y apoyada por el diario El País. Les animo a que reflexionen, y les pregunto por qué están dispuestos a rechazar de plano la enorme cantidad de información y hechos aportados por los investigadores, y aceptan sin la menor vacilación y, lo peor, dan por zanjada la cuestión de la masacre con la simple lectura de un titular en el “periódico de toda su vida”, El País.
¿Alguien puede explicarlo?
Felipe Cantos, escritor.
Cuando en mis escritos trato de analizar los acontecimientos políticos que nos afectan de manera directa a todos los españoles, intento, probablemente sin conseguirlo del todo, que mis inevitables inclinaciones políticas no acaben por “pervertirlos”.
Como principio básico les confieso que durante mucho tiempo mi interés por la política no pasó de lo meramente anecdótico. De manera que, sucediera lo que sucediera yo, como la gran mayoría mis compatriotas, entendíamos que “eso” de la política era para “los políticos”.
Sin embargo, con los años, y de manera especial por determinadas circunstancias sucedidas en estos últimos tiempos, me han venido a mostrar que a ningún hombre, independientemente del grado de participación con el que intervenga en ella, le es ajena la política. He llegado a la conclusión de que el simple hecho de nacer es ya de por sí un acto político. Con toda seguridad a alguien estas perturbando con tu aparición en este mundo.
Por esa razón, y por un gesto de inevitable responsabilidad, comencé a tomar más en serio todo aquello que impulsado por los políticos tuviera una incidencia directa en la gran mayoría de los españoles. Aunque no lo crean, lo difícil, en principio, era ser capaz de ubicarte en aquella opción política con la que sentirme más identificado. ¿Izquierda, por definición?; ¿derecha, por situación? o ¿centro, por aquello de no molestar a nadie y estar a bien con todos? Definitivamente, ninguna de ellas: ¡Liberal!
¿Por qué? Sencillamente, porque sin necesidad de exponer en este momento una reflexión más profunda sobre el liberalismo, esta opción política encuentra aportaciones positivas, tratando de apartar las negativas, en cualquiera de las otras dos tendencias de derechas e izquierdas, o viceversa. En síntesis. Ambas tienen aportaciones positivas que aprovechar, y se niegan, por sistema, las bondades mutuamente.
De manera que apoyado en ese confesado pensamiento liberal es como suelo escribir mis artículos. Por ello, cuando trato de analizar las noticias que, como al común de los mortales, me llegan contaminadas y preparadas para que las digiera con la mayor facilidad, procuro no dejarme influenciar por esa contaminación y entrar en el análisis de los hechos.
Así es como trato de digerir la ingente cantidad de información y contra información que sobre el 11/14m nos es suministrada todos los días. Suelo leer y escuchar a las dos partes enfrentadas y, en un ejercicio de responsabilidad ciudadana, tratando de extraer el grano de la paja y quedarme finalmente, repito, con los hechos.
Y hechos, probablemente muchos de ellos de difícil demostración, pero todos ellos de razonable investigación, son los que está exhibiendo de manera constante el diario el Mundo, ante la negativa sistemática del Gobierno: coches fantasmas; mochilas volátiles; autorías no demostradas; pruebas falseadas; explosivos no identificados, declaraciones de altos cargos policiales contradictorias, sino claramente falsas y un sinfín de cosas más.
Y ante ese cúmulo de documentación aportada por una de las partes, la otra se limita a negar las evidencias y condenar e impedir la profundización en la investigación de una masacre que acabó con la vida de 196 españoles.
Pero si esto es grave, yo, como ciudadano de a pie, no salgo de mi asombro cuando puesto al habla con un gran número de personas a las que, en algunos casos, considero amigas, y a todas ellas con formación y madurez suficiente como para ser capaces de reflexionar sobre un asunto de tal calado, estas se empeñen en desacreditar la labor de los investigadores, calificándoles de meros especuladores de una oculta trama negra. Sino algo peor.
Evidentemente no soy capaz, ni quien para llegar a conclusiones definitivas. Pero como responsable ciudadano de a pie tengo la obligación de animar a quienes, persiguiendo los intereses que persigan, incluso bastardos, se empeñen en que salga a la luz la verdad, por encima de todo.
De igual manera, repruebo a cuantos, amigos y no tan amigos, amparados en la ciega creencia de que “los suyos”, sea del modo que sea siempre tienen razón, apoyen con su opinión y con su aliento a quienes no desean profundizar en la investigación de 11m, dando por buena la “cómoda” versión servida por el Gobierno y apoyada por el diario El País. Les animo a que reflexionen, y les pregunto por qué están dispuestos a rechazar de plano la enorme cantidad de información y hechos aportados por los investigadores, y aceptan sin la menor vacilación y, lo peor, dan por zanjada la cuestión de la masacre con la simple lectura de un titular en el “periódico de toda su vida”, El País.
¿Alguien puede explicarlo?
Felipe Cantos, escritor.
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