25 septiembre 2006

Progre: ¿igual a progreso?


El progreso, lejos de consistir en el cambio, depende de la capacidad de retener… Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. George Santayana.

Ha sido necesario que pasaran más de treinta años para que este país de nuestros amores y miserias, llamado desde hace siglos España, comenzara a evolucionar, para descubrir horrorizado que por mucho que se mire en las límpidas superficies de la verdad, no se reconoce a sí mismo.
Hace ahora treinta años que España, abandonando otras formas más sutiles, se enfundó en una vulgar y simple camiseta de Don Algodón para, colocando sobre ella los más originales eslóganes, tratara de ponerse a la vanguardia de la modernidad, autoproclamándose líder de la progresía. Sin duda alguna, los años que precedieron a la muerte del dictador Franco, personaje repudiable donde los haya, fomentó una nueva sociedad, capitaneada por un desconocido psoe, por no calificarlo de inexistente, casi metafísico.
Es posible que muchos de los lectores queden sorprendidos cuando califico de inexiste al partido que años más tarde nos gobernó, con Felipe González a la cabeza, más de tres legislaturas y, mal que nos pese se convirtió en algo inevitable en la vida de los españoles, transformando a sus propios afiliados, y a sus seguidores, por mor de su propia definición, en los “progres”.
En cuanto a la calificación de metafísico que otorgo a “aquel” psoe, nada más fácil de confirmar con cuantos, en aquellos momentos, nos encontrábamos entre los veinticinco y treinta años. Dudo mucho que halláramos más de media docena de personas, de a pie, que pudieran dar testimonio de quiénes, o qué era “eso” del psoe; “partido”, con toda seguridad, hundido en las catacumbas de la clandestinidad más temerosa. Para el común de los españoles, politizado o no, como era mi caso, no había más que un partido – el pce - que, como tal y teniendo en cuenta la falta de “competencia”, no precisaba de ninguna otra identificación que la de “el pc”, o “el partido”.
Bajo la tutela de ese metafísico psoe y de un, en principio, imprescindible pc, condenado a desaparecer en la inevitable auto combustión de su propia ideología – hoy es un cadáver andante, un zombi que apesta – se forjó una nueva generación de españoles - hoy ya ni tan nueva, ni tan joven - al grito de aquella canción de Jarcha “libertad, libertad sin ira…”. Todo ello, dirigido bajo la batuta de un diario, de un anagrama breve, conciso y sólido: el país, dio como resultado el nacimiento de una nueva clase social, de una, casi, estirpe, “los progres”, de supuesta ideología de izquierdas, que al fin y a la postre está resultado tan reaccionaria y tan inmovilista como aquellos contra los que siempre habían, al parecer, luchado.
En esa nueva/rancia casta, “los progres”, cuya seña de identidad inexcusablemente es el llevar bajo el brazo, o en el interior del portafolios un ejemplar del diario que les adormece, y atonta, desde que se inicia el día, marcándoles las consignas de modo que no tengan necesidad de pensar demasiado, se nos dice que esta la modernidad, o lo que es más increíble: ¡el progreso!
No tengo duda alguna que, por el momento, la batalla semántica, por adueñarse de ese importante concepto en los medios que condicionan la opinión pública, ha sido ganada por “los progres” ¿la izquierda?; dejando a un lado a otras formaciones políticas - liberales, centros y derechas - que a lo largo de estos últimos treinta años, no sólo en España sino en toda Europa, han realizado una magnífica labor al frente de los gobiernos de sus distintos países.
En la mayoría de los casos, especialmente en el caso de España, con resultados demostrables de progresos – nota para navegantes mal intencionados -, también en las libertades, que difícilmente pudieran equipar los progresos de salón obtenidos por “los progres de toda la vida”.
Entre otras acciones aplaudidas por los progres, el casar homosexuales; poner el énfasis en las libertades religiosas, despreciando aquella en la que, nos guste o no, se hunde lo más profundo de nuestra propias raíces - en algunos casos hasta herir seriamente a una gran mayoría de creyentes -; apelar a una Alianza de Civilizaciones imposible de materializar; rescribir la historia para que se asemeje más a lo que desearíamos que a lo que realmente fue, o realizar promesas de justicia y bienestar a cuantos inmigrantes se encuentren en España, y fuera de ella, en una decisión que entra de lleno en la irresponsabilidad, es posible que puedan enmarcarse bajo el análisis de lo emocional, que no sería poco, al igual que poder ser calificado de “muy de progre”. Pero, señores progres, el progreso – con mayúsculas - es… otra cosa. Bastaría con que se molestaran en analizar, y contrastaran, los logros obtenidos en lo social y económico en la última década.
Por ello, desde esta tribuna exhorto a cuantas personas y entidades se sientan relegadas cuando su pensamiento no coincide con el de “los progres” - especialmente a los partidos políticos, sean del signo que sean - que no se dejen arrebatar tan preciado concepto. El progreso es mucho más que la pose adoptada por un determinado grupo, que se autodefine constantemente “progresista”, para hacernos creer que mientras ellos caminan en la vanguardia hacia el futuro, se supone que para mejorarlo, el resto, permanece anclado en un oscuro y negro túnel del que no es capaz de salir.
Es lamentable llegar a la conclusión que lo que comenzó siendo una simple batalla semántica, con la apropiación indebida de un concepto, injustamente acabe por definir negativamente, ante la opinión pública, los actos de aquellas tendencias sociales, o políticas que no lo enarbolan.
No, señores progres, no necesariamente el denominarse como tal tiene porque relacionarse con el progreso. Más bien, en estos tiempos que corren y tras haberse convertido en un simple slogan publicitario, todo lo contrario. Aún menos tachar de inmovilistas a quienes no usan el término como si fuera su primer apellido.
No seré yo quien acepte, ni transija con tan descabellada falsedad.

Felipe Cantos, escritor.








1 comentario:

Anónimo dijo...

Sr. Cantos yo me considero ser “muy progre” por el motivo que le voy a describir:
1) soy lector del pais, escucho la ser y veo cuatro, lo demas es de fachas.
2) voy en BMW o mercedes.
3) Mi estatus social se corresponde con llevar a mis hijos a un colegio privado (si es del opus o de curas mejor).
4) mi ropa es de marca SIEMPRE ¡faltaría!
5) Tengo apartamento como 2ª residencia (por cierto en Benicasim)
6) Voto al PSOE y lo digo en voz alta(por si me critican mis compañeros de la sauna y del SPA)
7) Suelo ir a Misa cuando no me ven.
8) Critico todo lo que haga el PP y digo que son fachas, por decirlo.
9) Siempre digo a los amigos...hay que ir a cuba a disfrutar...
10) Lo que te puedas imaginar lo añades y serás el más progre de todos.
!A que sí soy progre¡

Muy amistosamente uno de cortesol 4h